El guaraní: marco legal, social y lingüístico

El guaraní: marco legal, social y lingüístico

En América del Sur es frecuente encontrar poblaciones dentro de sus respectivos países que conservan y utilizan una o varias lenguas aborígenes, especialmente en las comunidades indígenas. Sin embargo, el caso de Paraguay constituye un caso especial porque en sus hogares, el 34,4 % de la población habla la mayor parte del tiempo español y guaraní indistintamente; y un 33,4 % exclusivamente guaraní (datos de la Encuesta Permanente de Hogares Continua del INE de Paraguay de 2022). Es decir, de los 6 694 000 habitantes, el 67,8 % habla guaraní de forma habitual (4 539 000 personas). La singularidad de estos datos se hace más evidente cuando los comparamos con los de Cataluña, un caso que quizá nos sea más familiar: De los 7 566 000 habitantes, el catalán es la lengua habitual de tan solo el 36,1% (datos de Idescat y de la Dirección General de Política Lingüística de 2020) —aunque también es cierto que la ratio de inmigrantes procedentes de regiones que no hablan la lengua minoritaria en Cataluña es siete veces mayor que en Paraguay (un 2,34 % y un 16,3 %, respectivamente [datos de la ONU y del Idescat])—.

El guaraní, la moneda de Paraguay, que cumplió el 5 de octubre 80 años

Paraguay ha establecido a lo largo de su historia seis documentos legales con diferentes tratamientos de la cuestión lingüística. Los cuatro primeros se abstenían de establecer una lengua nacional u oficial, sin embargo, el español era la única lengua de la Administración, de manera que se sobreentendía su oficialidad. Los dos últimos documentos, las constituciones de 1967 y 1992, sí abordan el asunto lingüístico: la primera estableció el español como lengua oficial y reconoció el guaraní como lengua nacional; y la segunda, vigente en la actualidad, ha oficializado la lengua guaraní junto con el español. Posteriormente, se establecieron leyes específicas en materia de lingüística: la Ley 28/92, que declara la obligatoria inclusión de los idiomas nacionales en el currículum educativo; y la 1264/98 General de Educación, que prescribe la utilización de estas dos como lenguas «enseñadas y de enseñanza» en el sistema educativo. Asimismo, la 4251/10 de Lenguas fue promulgada a finales del 2010, y establece con claridad que las lenguas oficiales tendrán vigencia y uso en los poderes del Estado y en todas las instituciones públicas, y establece refuerzos a las acciones a favor de la lengua guaraní en las instituciones. A ojos de la ley, el guaraní es objeto de especial atención por parte del Estado «porque es signo de la identidad cultural de la nación, instrumento de cohesión nacional y medio de comunicación de la  mayoría de la población paraguaya».

El Benedictus en guaraní en la iglesia de Juan Bautista en Ein Karem, Israel

Dado este marco legal, se puede concluir que las instituciones de Paraguay tienen la capacidad y fortaleza para decidir sobre las cuestiones lingüísticas. Se han dado avances importantes en política lingüística en general, y para la defensa y promoción de la lengua guaraní en particular. Las distintas normativas lingüísticas nacionales aprobadas por el Estado paraguayo son herramientas valiosas para la garantía del derecho a mantener la lengua propia (artículo 13 de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de 2007).  No obstante, estas legislaciones no han concretado planes de normalización, revitalización, cultivo y promoción de la diversidad lingüística. La Secretaría de Políticas Lingüísticas (la institución gubernamental encargada del uso equitativo de las lenguas oficiales, del respeto y de la protección de la diversidad y los derechos lingüísticos del Paraguay), no ha elaborado ningún Plan Nacional de Lenguas ni planes específicos en doce años, y no parece haber intención de normalizar el uso de la lengua guaraní junto con el castellano en la Administración ni en otros ámbitos de interacción social.

La teoría planteada inicialmente en Reversing language shift (Fishman 1991) parte de una metáfora que compara la pérdida de lenguas minoritarias con los estragos que causan desastres naturales como con inundaciones, terremotos, cambios de temperatura, sequías y plagas (p. 57). En estos casos resultaría vital conocer cuan cerca se está del desastre; en este sentido, Fishman propone una escala con que se puede evaluar el estado del guaraní y predice la posibilidad de invertir su situación lingüística. El guaraní se encuentra en la etapa 1, ya que se utiliza en el ámbito educativo, y por extensión, también en el ocupacional. Es importante tener en cuenta que Fishman propone un modelo dirigido a grupos lingüísticos minoritarios que se insertan en comunidades de alcance más amplio —en este caso, la hispanohablante— y que, por lo tanto, no se trata del nivel de reconocimiento que podría lograr el grupo con la independencia completa.

La situación en Paraguay subraya la riqueza de la diversidad lingüística y cultural en un mundo cada vez más globalizado. Esta coexistencia de lenguas refleja la riqueza de la identidad paraguaya y ofrece una oportunidad única para preservar y promover una lengua en peligro. Sin embargo, la promoción efectiva de esta diversidad requiere un compromiso activo por parte del Estado y de la sociedad en general. No obstante, si esto se lograra, las implicaciones sociales serían profundas. En primer lugar, se fomentaría la inclusión social al dar voz y reconocimiento a las comunidades indígenas y a quienes hablan guaraní de manera habitual. Asimismo, al valorar y promover esta lengua, se combatiría la marginación lingüística y se fortalecería la identidad cultural de la nación. Además, la promoción del guaraní impulsaría la alfabetización al permitir que las personas se eduquen en su lengua materna, lo que facilita el aprendizaje y la comprensión de otros conocimientos. En definitiva, contribuiría a la igualdad de oportunidades y al desarrollo de habilidades fundamentales en una sociedad cada vez más diversa y globalizada.

A modo de reflexión personal, creo que considerar la importancia de una lengua implica reconocer que es, en sí misma, un elemento identitario. Desarrollamos la identidad personal en un marco cultural, y, por tanto, lingüístico, lo que nos hace tomar conciencia del valor que subyace en la lengua. Las lenguas no son únicamente riqueza cultural, material e inmaterial, sino que también son patrimonio natural: son parte de nuestra biología, de nuestro ecosistema. En los próximos años, es probable que las tecnologías de traducción simultánea reduzcan el interés por aprender y mantener otros idiomas en un paso más hacia la homogeneización de la población global. Los políglotas, ahora multitud, pueden empezar a ser una rareza. Sin embargo, el aprendizaje y el cultivo de una lengua jamás puede servir para justificar el desprecio, el abandono o el maltrato de otra bajo argumentos utilitaristas, pues la pérdida de un idioma supone la pérdida del patrimonio cultural.

Bibliografía

EAPC (2023). La lengua guaraní en Paraguay: marco jurídico actual – Miguel Ángel Verón

Joshua A. Fishman. (1991) Reversing Language Shift: Theoretical and Empirical Foundations ofAssistance to Threatende Languages. Multilingual matters LTD.

Portal Instituto de Estadística de Paraguay

Portal Instituto de Estadística de Cataluña

Portal Datosmacro: Información económica y sociodemográfica

Verón, Miguel Ángel. (2020). Rumbo al Decenio de las Lenguas Indígenas: impulsar la planificación lingüística. En Codehupy (ed.), Derechos Humanos en Paraguay (pp. 235-244). Asunción.

Verón, Miguel Ángel. (2021). El dolor lingüístico paraguayo. En Codehupy (Ed.), Derechos Humanos en Paraguay (pp. 211-225). Asunción.

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